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CRONICAS CORNUDAS: EL BUEN CORNUDO




El BUEN CORNUDO

Siempre he creído que cuando se está con una mujer atractiva uno debe hacerse a la idea que tarde o temprano te va a cornear, no sólo porque ellas sean algo golfas, sino porque sobretodo los hombres son muy lobos y un buen macho no para hasta conseguir a su presa.

Pues bien, previendo esto, al poco de casarme con Laura me sinceré con ella y le dije que si alguna vez tenía deseos de estar con otro hombre debía confesármelo sin miedo, pues yo estaba dispuesto a ser un cornudo consentidor, lo que no toleraría jamás eran las mentiras. Mi mujer, como la mayoría ante una declaración tal, primero se lo tomó a risa, luego con incredulidad, y finalmente con enfado dudando de mi amor por ella, y claro está nada más lejos de la realidad. 

¿Qué cómo es Laura?, pues un pedazo de mujer. Atractiva, encantadora y con un bello cuerpo. 1,65, delgada, cabello castaño claro, ojos verdes, pechos no muy grandes, usa la talla 85, pero pezones gordos y duros, de esos que se marcan en los tops, que gustan de ser mordidos, ya me entendéis, talla pantalón 38, buen trasero, redondo, gordo y duro, machacado en horas de gimnasio hasta convertirse en un delicioso bocado, y su sexo rasurado esconde una vagina prieta que te arrastra al éxtasis. ¿Y cómo es en el sexo? Pues una zorrita sumisa, quizá ese ha sido uno de nuestros problemas, pues ella siente debilidad por los machos dominantes, le gusta sentirse sometida, y yo reconozco que más bien soy todo lo contrario, un calzonazos muy dócil. Reconozco que disfruto hundiendo mi rostro en su coño, y lamerla durante horas como un perro mientras me cuenta sus aventuras con otros hombres.

Pues bien, volviendo a lo que os contaba, no muchas semanas después de mi declaración predisponiéndome ante ella como buen cornudo llegó su primera debilidad.

Hacía unos días que la veía algo distraída y con poco interés por mantener relaciones sexuales, así que decidí coger el toro por los cuernos y preguntarle sin rodeos si pensaba en otro hombre… ella, apurada, me reconoció que sí, que había un tipo del gimnasio, un cachas de esos a los que a ella tanto le gustaban que hacía un tiempo que le iba detrás. Me contó cómo hacían algunos ejercicios juntos en la clase de Bodypump, ejercicios por parejas, de contacto, en los que no podía evitar excitarse y que a la vez notaba como el sexo de él también despertaba al roce con ella. Que era un tipo de charla agradable, atento, que le había pedido para quedar algún día para tomar una copa. Que a ella le resultaba cada vez más difícil darle largas. Aquella charla me iba calentando, y más aún cuando mi mujer me reconoció que se excitaba mucho en las clases de spining sabiendo que Nacho, que así se llamaba el machito, estaba en la bici de atrás, sabiendo ella que no le debía quitar ojo de su trasero, y que ella a veces, a posta, forzaba alguna pose para ponerlo a 100. Llegados ahí yo ya no pude esconder más mi calentura, y bajándome pantalones y calzoncillos le mostré a mi mujer mi pene erecto. Laura me agarró la picha, y empezó a meneármela, con un cariño compasivo como sólo sabe hacerlo una mujer por su marido cornudo. Me sentía feliz de mostrarme tal y como era, y quería saber más. Le pregunté si se acariciaba pensando en él, y ella reconoció que sí, que qué cosas imaginaba, y ella acelerando su manoseo me confesó que deseaba sentir el sexo de Nacho en sus entrañas, que la hiciera suya en nuestra propia cama y que yo fuera testigo de su jodienda… os reconozco que jamás había sentido una excitación tan grande, y cuando mi mujer me pidió permiso para salir con él, me salió del alma un “Sí” justo en el momento que eyaculaba como un perro, con abundancia y sumiso, mientras mi mujer, sonriendo, me susurraba al oído: 

“Cornudo”. 




VIKINGO MIRON



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